lunes, 8 de agosto de 2011

En tu cuarto, un río

Franceses y el pan. Jugando a ser un par de ojos que no se enteran de nada. El pan no tiene ojos. Somos padres sin hijos. ¿Serás el padre de mis hijos? Hay un río que pasa por tu casa, por adentro, en tu cuarto. Por eso me empezaste a gustar. Me invitaste a nadar en tu río. Traé bikini, me dijiste. Y yo me reí en tu río. No nadé al principio, me dejé llevar. Y terminé en el fondo, aguantando la respiración. Pero había otra chica ahí abajo y mis lágrimas se mezclaron con el agua. Su bikini era roja y brillante. La abracé y ella cantaba una canción sobre leones. ¿Serás un león vos también? Yo quiero ser golondrina y cuidar tu río desde el cielo. No tengo ganas de luchar, tengo alas de verdad. Casi me olvido de todo para ser sirena, pero mi bikini no es roja. Me transformo, despliego mis huesos. La chica me grita su nombre, es como el de una diosa griega. Me quiero escapar, pero llegás vos y nos mirás a las dos. A mí me mirás un poco más, como si quisieras decirme algo sobre mis plumas. El río se seca. León, golondrina y diosa. Estamos en un cuarto igual a todos. Ya no sé si es lo mismo sin tu río. Ella baila, no piensa. ¿Qué pensás vos? Yo siempre pienso más de lo normal. Soy un ave. No puedo decirte la verdad. Empezás a bailar con ella. Yo los miro y siento que de mis ojos salen palabras en francés. Es mi momento de despegar.