Josefinne contó su historia cinco veces. Una vez a las chicas de piano. Otra vez a Sofi. La tercera a Ana y Vicky. La cuarta a su hermana. La última a su mamá. Y cada vez con más detalle. Cada vez con más entusiasmo porque sabía que cuando no pudiera contarla más iba a desaparecer para siempre.
La mamá de Josefinne pensaba que su hija tenía una vida muy interesante. Y es que ella era la última de la cadena.
Josefinne había explotado su último recurso. Su mamá, claro.
Ya no quedaba nadie. Nadie que la sepa escuchar. Estaba Ramiro, pero una vez Josefinne le contó una historia y él preguntó en la mejor parte si había pastillas para los mosquitos en su casa. Justo en la parte que Sofi había abierto mucho los ojos, ana se tapó la boca, Vicky dijo “no” muy fuerte, su mamá negó con la cabeza, su hermana se rió mordiéndose los labios. Ramiro preguntó por las pastillas.
Josefinne se prometió a si misma no contarle nada más a Ramiro. Pero esta vez… Necesitaba vivir su historia una vez más. La última. Fin. Podía contársela al espejo, pero no era lo mismo. De verdad que necesitaba a un ser humano. Un ser humano… un ser humano…
Ramiro escuchó toda la historia porque Josefinne se lo pidió.
Esa noche Josefinne lloró desde las 23.15 hasta las 23.40.
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