viernes, 20 de marzo de 2009

oda al otoño

Busco la naturaleza en lugares de paso. un arbusto en la parada de colectivo. una hojita que me quedó en el pelo. pasto en las barreras. pasto verde brillante que solo existe cuando falta un dia para el otoño. Y toda la naturaleza se prepara para ese cambio que es imperceptible para los ciegos y los colectivos de colores fuertes. Las publicidades ya lo saben, siempre saben todo antes de que sea. Las vidrieras también. Son amigos intimos del cambio. Y muy despacito nos preparamos tambien las personas, abriendo los roperos o placards y moviendo lentamente las remeritas sin mangas hacia otro sector del mueble. Los sauces lloran, los ficus de las macetas ansian una libertad que todavía no les corresponde. Pero los dos están en su mejor momento. Usan toda su energía para ser lo más verdes posible, porque falta poquito para el ocaso. El otoño. Que es inminente y no va a cambiar de opinión. Pase lo que pase. Come what may. El otoño llega. Y solo los videntes ancianos lo perciben como una fiesta de hojas color café que se apodera de todo y de todos. Hay una danza de hojitas que rodean a los nenes y bailan todos juntos. Hojas con nenes, nenes con nenes, nenes y hojas. Los adultos corren apurados. Están llegando tarde a la última cena. El verano los tienta y los persigue poderoso, caliente. Pero nadie puede escaparle al otoño que espera ansioso. Nadie puede escaparle a las horas, a los días. Que son y nunca, pero nunca, van a dejar de ser. Por lo menos hasta donde yo sé. 

1 comentario:

Ana Wagner dijo...

que lindoo. es muy real