martes, 17 de marzo de 2009

padre e hijo

-Perdon que lo increpe de este modo pero es usted mi padre?
-Si lo soy
-Mucho gusto yo soy su hijo
-Si lo se. Mucho gusto.
-Usted dice quererme mucho. Me equivoco?
-Para nada. Está usted en lo cierto.
-Pero que hermosa casualidad! Yo lo quiero también. Muchísimo. Podríamos decir que ambos nos tenemos un cariño infinito, si me disculpa por el término.
-Usted no debería disculparse por nada. Soy yo el que le pide disculpas.
-Qué curioso. Yo no siento que debería disculparlo por nada en absoluto.
-¿Podría decirse entonces que somos afortunados por tener un hermoso vínculo?
-Yo diría que somos afortunados por tenernos el uno al otro. El vínculo nunca fue hermoso.
-Qué sabias palabras.
-¡Usted fue quien me las enseñó!
-No recuerdo haberle enseñado nada
-Eso es porque tiene mala memoria, pero yo recuerdo bien sus enseñanzas acerca de las relaciones humanas. Es lo que yo llamo vínculos. Las palabras son mías, mi escencia (o sustancia, que es como escuché que lo llama usted) se moldea día a día y quiero decirle, con mucho respeto que es usted responsable de gran parte de ella.
-Me siento conmovido y muy agradecido. ¿Sería impertinente de mi parte pedirle un abrazo?
-Tengo entendido que los abrazos no son algo que se pida.
-Entiendo.
-¿Sería impertinente que yo le dé un abrazo a usted?
-No. De hecho creo que es lo correcto. O mejor dicho lo que me haría feliz en este momento.
-Somos muy afortunados. Abrazarlo es también lo que me haría feliz en este momento.


Y asi fue como Francisco Bologni y Roberto Bologni comenzaron a disfrutarse.

1 comentario:

Firulo dijo...

Esto es buenisisisisisimo.